
Web Socioeducativa
Mi compromiso social
como educadora y como persona.
Tecnocimiento: Conocimiento y Tecnología.
La nueva cultura y reto del siglo XXI.


Es necesario darse cuenta de que estamos en una nueva cultura, caracterizada por el Tecnocimiento (tecnología y conocimiento), la Multiculturalidad y la Globalización. Esta nueva cultura exige un nuevo paradigma educativo, en el que cambia la relación estudiante-educador. El profesional de la Educación Social debe tener estas características muy en cuenta.
Me parece muy importante conocer que hay diferentes tipos de aprendizaje y las características de cada uno de ellos, para adaptarse a cada persona, grupo, situación, contexto… y conseguir un conocimiento efectivo. Son complementarios y se deben aplicar indistinta y simultáneamente.
Aprendizaje Significativo: contenidos interesantes para quien aprende.
Aprendizaje Contextual: información armónica con el entorno social.
Aprendizaje Protagonista e Individual: el estudiante debe sentirse protagonista.
Aprendizaje Dinámico, Creativo: exige la implicación del estudiante.
Aprendizaje Estructurado: contenidos con suficiente interrelación.
Aprendizaje Colaborativo: aprendizaje en equipos.
Aprendizaje Constructivo: asociar conocimientos nuevos con los anteriores.
Considero muy interesante el aprendizaje colaborativo en esta nueva cultura y muy adecuado servirnos de la telemática para el mismo. El aprendizaje colaborativo proporciona grandes ventajas para la adquisición de valores, de conocimiento, de competencias comunicativas y de relación, imprescindibles para esta nueva cultura del siglo XXI. Un aprendizaje cooperativo prepara para una actitud cooperativa en el futuro, si deseamos una sociedad democrática y participativa tendremos que enseñar a los estudiantes a ser demócratas y a participar. Pienso que en Educación Social es muy recomendable aplicar este tipo de aprendizaje siempre que sea posible, ya que el modelo presenta importantes objetivos sociales.
Puntos fuertes para el Educador/a Social.
Las TIC como aliadas:
En la actualidad contamos con las TIC en todos los ámbitos de la sociedad, en nuestra vida diaria, en nuestro trabajo, en nuestro entorno. Para el Educador Social se convierten en un punto fuerte en el desarrollo de la labor porque nos permiten un sinnúmero de funcionalidades con las cuales, es mucho más factible el aprendizaje y con ello, el conocimiento, tanto el propio como el de aquellas personas o grupos a los que vaya dirigida nuestra intervención. Estas características pueden ser: acceso y almacenamiento de gran cantidad de información, instrumentos para procesar datos, comunicación síncrona y asíncrona, realización de tareas de forma más ágil e interactividad entre otras.
Todos estos factores, facilitan la implicación e integración en el entorno en que se esté desenvolviendo el profesional de la Educación Social; este es un paso más para la consecución del éxito y la calidad en el desenvolvimiento de sus quehaceres laborales y, por supuesto, en su vida personal.
El aprendizaje colaborativo:
Subrayar la importancia del aprendizaje colaborativo en el escenario actual de la educación. No es el único camino para llegar al conocimiento, es una realidad constatada que motiva a las personas para la consecución de objetivos y así, obtener un conocimiento más elaborado. La diversidad de conocimientos de cada individuo aporta al grupo experiencias más enriquecedoras.
En este sentido, considero que desde el ámbito de la Educación Social, se estructura como herramientas muy potentes las redes sociales para desplegar un aprendizaje colaborativo. Y es precisamente desde aquí que se establece como un punto fuerte e indispensable para el desarrollo de las actividades del Educador Social.
El educador y las TIC:
El Educador o Educadora Social tiene ante sí un sinnúmero de posibilidades de abordar cualquier problemática o situación que requiera una intervención socioeducativa por medio de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Utilizar las TIC como estrategia para perfeccionar métodos de enseñanza y aprendizaje, permite que los actores del proceso participen en las actividades de enseñanza y/o resolución de problemas, convirtiéndolos en los protagonistas para lograr un aprendizaje activo. Equivale a decir que con las TIC la intervención socioeducativa en general se hace más interconectada entre los participantes.

Puntos débiles/mejorables para el Educador/a Social.
La Multiculturalidad:
“Con el término multiculturalidad se define la situación de sociedades, grupos o entidades sociales en las que muchos grupos o individuos que pertenecen a diferentes culturas viven juntos, cualquiera que sea el estilo de vida elegido”. (Jiménez y González, 2012).
Según cómo se mire, el término multiculturalidad puede llegar a ser un punto débil para el desenvolvimiento del Educador o Educadora Social en alguno de sus ámbitos de intervención. Si se considera la multiculturalidad (pluriculturalidad) tal y como se define en el párrafo anterior, estaríamos hablando de culturas o entidades yuxtapuestas entre las cuales puede o no haber interrelación, y en el caso de ninguna o poca interconexión, no habrá un enriquecimiento del conocimiento. No hay que obviar el concepto como el fruto de la convivencia entre grupos diferentes con respeto, tolerancia y sobre todo con integración de unos con otros, lo que algunos autores llaman Interculturalidad.
Nuevos roles del Educador o Educadora Social:
Si hablamos de roles como: salvar prejuicios, asumir cambios y limitaciones de conocimiento, integrarse en diferentes entornos de aprendizaje, reflexión y trabajo colaborativo, innovar, superar carencias, interactuar entre los diferentes estilos de aprendizaje, etc., nos referimos a una pluralidad de actores individuales y colectivos cada uno con sus propios intereses y que en la gran mayoría de los casos, dichos intereses no convergen a una base común. La debilidad en este aspecto radica en que no se puede comprender la emergencia de estos roles si no se ponderan las transformaciones de la sociedad y los escenarios en los que pueden y deben intervenir los profesionales de la Educación Social. Día a día, con el cambio continuo del ser humano en sus entornos que es con quien directamente se interrelaciona un Educador Social, se pone en crisis la identidad de los profesionales ya que nunca tendrá una estructura fija a la que asirse ante las demandas y nuevas exigencias de la sociedad del conocimiento y del entorno. Ante estos cambios sociales, educativos, ambientales, culturales, comunitarios, etc., parece que el Educador o Educadora Social siempre está “anticuado”, en incertidumbre respecto de su formación, en su conocimiento, en las herramientas que utiliza, en sus formas de abordar la realidad en continuo cambio en la que vaya a intervenir; es pues, un trabajo incesante para mantenerse en la dinámica de la actualidad.
Cada día es una responsabilidad nueva de aprendizajes y aceptación de cambios, así como la comprensión de estos; que como profesionales podamos manejar las herramientas e instrumentos más acordes para la consecución de nuestros objetivos y que lo más seguro es que a la mañana siguiente tengamos que volver a comenzar la ardua tarea de entender otra realidad o la misma que ya ha cambiado.
Plantear una crítica constructiva de nosotros mismos como profesionales de la Educación Social frente a personas o grupos con los que trabajamos en la medida en que cada una de estas personas trae consigo sus propios procesos de socialización muy dispares unos de otros, es una divergencia muy difícil de asumir y resolver.
Las metas a alcanzar:
Esta debilidad viene enlazada con el anterior punto débil en cuanto a los roles del Educador/a Social. Si tomamos en cuenta un proceso en conflicto provocado por los continuos cambios propios de la naturaleza humana, entonces, las metas a alcanzar siempre estarán rodeadas de tanta o más incertidumbre dentro de un proceso de intervención en el ámbito de la Educación Social.
¿Cuáles son las metas a alcanzar, entonces? Desde mi perspectiva, es un interrogante abierto, sin una respuesta concreta. Es de forma compleja iniciar un proceso con unas metas propuestas pero que deben ir siendo modificadas a la par que va cambiado la realidad en la que se interviene; es decir, es un proceso que no tiene fin. En cuanto alcanzamos unas metas previamente modificadas, lo que habremos hecho como Educadores/as Sociales es iniciar otro proceso, y así sucesivamente.